
La Organización Internacional contra las Migraciones (OIM) define la trata de personas como un delito caracterizado por el traslado dentro o fuera del país a una persona con fines de explotación que puede ser sexual, laboral, mendicidad ajena, matrimonio servil, entre otros, sin importar el género, edad o lugar de origen de las potenciales víctimas.
La trata de personas es el claro ejemplo de la violación de uno de los derechos sexuales de todas las personas: “todos y todas tenemos derecho a vivir la sexualidad sin violencia, coacción, abuso, explotación o acoso”. Colombia es conocida como un país de origen de víctimas de la trata de personas, principalmente en modalidades como la explotación sexual, los trabajos forzados y el matrimonio servil.
La ONU, a través de su oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNOCD), ha llamado la atención sobre las diversas formas encubiertas que tienen las redes internacionales de trata de personas; a través de internet, redes sociales, agencias de modelos, ofertas de trabajo y muchas otras trampas en las que caen hombres y mujeres.
El silencio de las víctimas, por vergüenza o temor, hace difícil la detección de estos delincuentes. Según Naciones Unidas, menos de uno de cada 20 casos de trata de personas llega a ser conocido por las autoridades.
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