jueves, 20 de marzo de 2014

La sexualidad en la discapacidad

Cualquier restricción o impedimento para realizar una actividad en el margen que se considera normal para el ser humano, se considera como discapacidad. Este es el término adoptado por la Organización Mundial de la Salud, y anula términos que se usaban en el pasado como incapacitado, lisiado, retrasado y otros que eran denigrantes.

La discapacidad puede ser física, mental, sensorial o psíquica, de acuerdo a las funciones o capacidades  alteradas. Según cifras de la OMS, mil millones de personas sufren discapacidad en el mundo – el 10 por ciento de la población mundial – y una de cada cinco discapacitados, entre 110 y 190 millones de personas, debe enfrentarse a grandes dificultades en su diario vivir.

En los últimos años, la discapacidad se mira enmarcada en los derechos humanos, con el fin de eliminar la estigmatización y discriminación a la que son sometidas las personas que tienen algún tipo de discapacidad. Dentro del nuevo enfoque con el que se trata a la discapacidad, está aquel que considera sexuados a los discapacitados, con deseos, necesidades y sentimientos, iguales al resto de los humanos.


¿Los discapacitados tienen una sexualidad como el resto de las personas?

El desarrollo sicosexual varía de una persona a otra y depende de la edad, de la madurez cognitiva y de las facultades mentales de cada uno. Sin embargo, todas las personas llegan a tener expresiones sexuales a un ritmo y formas particulares.

Un discapacitado mental puede que no entienda los cambios de su cuerpo cuando llega a la adolescencia, o no sabrá manejar su impulso sexual. De ahí que la educación sexual temprana les ayuda a apropiarse de su cuerpo, a relacionarse con los demás y elevar su autoestima.

Por supuesto, la sexualidad no es algo uniforme en los discapacitados; de acuerdo al grado de discapacidad así varía la forma como se puede educar a un niño o joven discapacitado.

Se puede comenzar con aspectos tan sencillos para el disfrute de la sexualidad como la higiene personal, el contacto corporal (cuándo, cómo y a quién tocar), la intimidad, el respeto por el cuerpo propio y el de los demás (prevención del abuso sexual), y el reconocimiento del placer en algunas zonas del cuerpo.

Lo importante es reconocer que los discapacitados tienen derecho al  disfrute de su sexualidad, “bien acompañado si le es posible, bien solo si no tiene con quien compartirla”. (Alex Confort, El placer del sexo). 

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