¿Has notado últimamente que tu hijo o hija se resiste a asistir al colegio, argumentando dolor de estómago o de cabeza? ¿Ha bajado su rendimiento escolar, se nota triste o irritable, no quiere comer o tiene pesadillas?
Es posible que tu pequeño sea víctima de acoso escolar o cibernético y no te hayas dado cuenta. Cuando el adulto percibe a tiempo que un menor está siendo maltratado por compañeros o desconocidos, es clave para que no aumente el acoso o bullying.
Este fenómeno ha crecido tanto que existen leyes, como la Ley 1620, vigente en Colombia desde el marzo de 2013, que busca promover y fortalecer la formación de los estudiantes en derechos humanos y sana convivencia, al igual que reducir los índices de acoso escolar y acoso virtual.
Las acciones que tomen los colegios en la elaboración de los manuales de convivencia, la organización de comités con representantes de las instituciones educativas que busquen proteger los derechos y hacer respetar las normas, y el estar alertas denunciando cualquier acto de acoso escolar, fortalecen las medidas preventivas contra este fenómeno de maltrato contra los niños y adolescentes.
Sin embargo, no faltan aquellos padres de familia que se enteran de que su hijo o hija son los acosadores y no hacen nada por detener la espiral de violencia que propicia el menor; a veces, les aplauden cualquier acto de acoso o se hacen los de la vista gorda a pesar de los requerimientos que les hagan los padres de la víctima.
Los adultos no están exentos del acoso pero bajo la modalidad virtual a través de las redes sociales, el celular o el computador. Fotos o videos íntimos, mensajes denigrantes o agresivos, o suplantación de la identidad, suceden a diario en el ciberespacio, muchas veces sin que la víctima alerte a las autoridades, ya sea por desconocimiento o por vergüenza.
Según las cifras del Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, van 3.793 denuncias en el presente año por ciberacoso en Colombia, de las cuales el 5% corresponden al matoneo cibernético.
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