Este es el mes en que el mundo entero se dedica a promover cientos de campañas contra el cáncer y Profamilia no se queda atrás. El interés se centra en concientizar a la gente de que el cáncer no es un “mal” como se le ha conocido durante mucho tiempo y que, por lo tanto, no se tiene por qué ocultar un diagnóstico que, si bien es cierto trae incertidumbres, duelo y pensamientos ligados a la muerte, no tiene por qué ser necesariamente así.
Pocos tratados científicos hablan sobre la sexualidad de las personas que tienen cáncer. Los que trabajamos la Sexología nos preocupamos sobre la manera como los pacientes oncológicos manejan su autoestima o sus relaciones de pareja, para citar sólo dos situaciones que se alteran cuando se enfrentan a la noticia de su enfermedad y a todo lo que viene después.
Se conoce que un individuo que tiene cualquier tipo de cáncer siente que se resquebraja su valía y confianza. Surge en ellos la pregunta: “¿por qué me ocurre a mi?” y con ese choque emocional se desencadenan sentimientos de tristeza, pesimismo, rabia y miedo.
Los procedimientos de cirugía, radioterapia y quimioterapia van a producir diferentes grados de incapacidad física, breve o prolongada, que pueden ir quitando el deseo sexual y causar disfunciones sexuales tanto en hombres como en mujeres. Sumado a ello, los cambios corporales resultantes de los tratamientos oncológicos, tan “simples” como la caída del cabello o tan radicales como una mastectomía o la amputación de un miembro, dejan a la autoestima y autoimagen del enfermo estrelladas contra el piso.
Si se tiene pareja y dependiendo del apoyo brindado al paciente con cáncer, pueden surgir peleas o rechazos por la rabia contenida, sensación de abandono o la vergüenza de mostrar un cuerpo cambiante. Es importante por esto ofrecer consejería tanto a la pareja como al resto de la familia para que le brinden toda la ayuda necesaria al enfermo sin estigmatizarlo ni tratarlo con compasión o lástima. Recordemos que toda persona que tiene cáncer tiene todo el derecho de luchar por sanarse.
Dependiendo de la localización del cáncer y sus efectos neurológicos o vasculares, aparece en el hombre la disfunción eréctil o imposibilidad de iniciar o mantener una erección; vale la pena recordar que un gran número de hombres se recuperan sexualmente después de terminar el tratamiento oncológico lo que corrobora el efecto sicológico que influye poderosamente en su desempeño sexual.
Otros pacientes pueden reportar disminución en la intensidad del orgasmo al eyacular o ausencia de eyaculación, llamado “orgasmo seco”, especialmente cuando ha habido irradiaciones en la zona pélvica.
Las mujeres afectadas con cáncer localizado en la pelvis se pueden quejar de falta de lubricación, dolor durante la penetración y estrechez vaginal. Igualmente, cuando aparece la menopausia prematura como resultado de los tratamientos que se le practican, consultan por sequedad en la vagina y bajo deseo; pocas de ellas ven alterada su capacidad orgásmica.
El deseo sexual puede alterarse en hombres y mujeres por el cansancio, la debilidad, la pérdida del apetito y otras molestias físicas, sumado al miedo a que le lastimen una zona corporal recién operada o irradiada, o a la pena de mostrarse desnudo y que su pareja no acepte su nuevo cuerpo.
El cáncer lastima fuertemente a la sexualidad, entendiendo a ésta como el disfrute, la alegría y la esperanza. Si no se trabajan la autoestima, el erotismo, la seguridad y confianza propias, difícilmente estos pacientes van a fortalecerse para vencer sus miedos, ansiedades y duelos.
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