Antes, no muchos años atrás, los
hombres eran “los dueños” de las mujeres, un concepto que rigió los destinos de
un mundo en que se las consideraba como inferiores, sumisas y obedientes.
Gracias a los avances sociales
y jurídicos de los dos últimos siglos, se fueron cayendo uno por uno, todos los
argumentos que calificaban a las mujeres como seres inmaduros y casi infantiles
y hoy en día, podemos proclamar los derechos femeninos, incluyendo los derechos
sexuales y reproductivos.
Sin embargo, las creencias y
conceptos de la gente no han ido a la par de las leyes y tratados, y todavía en
pleno siglo XXI, continuamos aferrados al pensamiento primitivo de que ellas
son inferiores a los hombres.
La violencia hacia las mujeres
nace del convencimiento que tienen muchos hombres de que ellas tienen que
obedecerles: él es el patrón, el jefe y el amo, mientras que ella debe ser
sumisa y única responsable de que su matrimonio se conserve.
Veamos algunas situaciones que
las mujeres viven, de manera visible o imperceptible, en condiciones de dominio
e inferioridad con respecto a los hombres, tales como:
§ Necesita
permiso para visitar a sus familiares.
§ No
puede cortarse el cabello o ponerse una falda corta porque su marido se lo
prohíbe.
§ No
puede estudiar o trabajar porque a él le disgusta la idea.
§ Tiene
que darle explicaciones detalladas de sus salidas, sus amigos o las actividades
que hace fuera de la casa.
§ El
parejo le retiene el sueldo o la obliga a entregárselo, con la excusa de que
ella no sabe manejar su propio dinero.
§ No
tiene autoridad sobre sus hijos y el papá es el que da la última palabra sobre
los permisos o decisiones importantes.
Mujer: Reflexiona si esto
refleja tu vida y empieza a actuar como una persona adulta con derechos iguales
a los demás. Recuerda que nadie es dueño ni de tu cuerpo, ni de tu mente y
mucho menos de tu vida.
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