martes, 19 de noviembre de 2013

Diversos rostros del abuso infantil

Caso 1: Llegas a una casa y encuentras a un niño solo en una habitación, llorando desconsolado, mientras su mamá permanece en la calle conversando animadamente con unas amigas.


Caso 2: Un chico de 16 años, de estrato alto, te comenta que está aburrido porque en su casa nadie le presta atención, excepto la empleada del servicio que le sirve la comida cuando llega del colegio.



Caso 3: Dos hermanos de 9 y 11 años son obligados por su padre a vender frutas en el semáforo de la esquina de tu casa, porque no le alcanza el dinero que gana. Hace poco, ese papá sacó a la niña menor del colegio para que los ayudara también a vender las frutas.


Caso 4: Una adolescente es abusada por su tío sin que los demás miembros de su familia se dieran cuenta. Al menos eso es lo se cree, ya que hay rumores en el vecindario de que el abuso viene dándose desde hace tiempo sin que la mamá se diera por enterada.


La respuesta correcta es: Todas las anteriores.

La falta de atención en los cuidados mínimos que requiere un menor de edad, la ausencia de afecto y comunicación, la falta de oportunidades para que los niños estudien, el trabajo infantil y el abuso sexual, son diferentes maneras de abuso infantil.


Muchas personas piensan que la violencia física o sexual son las únicas formas de abuso contra niños y niñas. A pesar de que son las experiencias más denigrantes y crueles del abuso, hay muchas otras formas abusivas, más “suaves” e invisibles, pero que hacen tanto daño como las primeras.


La última encuesta de Profamilia (ENDS, 2010) revela que un 7 por ciento de nuestros niños no viven con ninguno de sus padres. Muchos de estos casos ocurren porque se tienen hijos no deseados y los abandonan o se los “regalan” a los abuelos quienes finalmente los educan.


Negarle la paternidad a un bebé es uno de los problemas sociales que más evidencian el abuso infantil. Atérrese con las cifras del Bienestar Familiar (ICBF): cada mes se abren en Colombia unos 1.200 procesos para establecer quién es el papá o mamá de un niño colombiano, y

lo más grave es que el 60 por ciento de las demandas involucran a miembros de la policía o el ejército.


Darle una cachetada al hijo porque cogió una moneda sin permiso o quemarle una manito con la plancha porque se escapó del colegio, son algunos de los castigos preferidos por los adultos, convirtiéndose en abusos, aunque la cachetada sea “menos violenta” que la quemadura.


Los niños y adolescentes que son hijos de ricos pueden vivir tan abandonados como los más pobres. Pensar que un hijo no necesita la atención de los padres cuando ya está más grande, es un error frecuente; por falta de tiempo o porque la mamá es quien debe atenderlos mientras el papá trabaja, son excusas que argumentan muchos padres irresponsables que someten a sus hijos a abusos invisibles.

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