Si bien la mayoría de médicos no se atreven a preguntarles en la consulta a sus pacientes sobre su vida sexual, por vergüenza o miedo a ofenderlas, otros más caen en el maltrato, especialmente en el área de ginecoobstetricia.
No resulta extraño y hasta risible que un médico o enfermera se dirijan a las pacientes en trabajo de parto, con frases insultantes o descalificativas en cuanto a su sexualidad. “Quién te manda a parir” o “aguántate que tú te lo buscaste” son ejemplos de expresiones escuchadas en las salas de parto.
Esta situación de violencia contra la mujer acaba de ser confirmada por una investigación del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México, y galardonada con el Séptimo Premio Iberoamericano en Ciencias Sociales.
En el trabajo se identifican los regaños, humillaciones, alusiones a la vida sexual, amenzas, colocación del dispositivo intrauterino sin consentimiento y otras formas de abuso, que los médicos y médicas les brindan a las pacientes en labor de parto, con frases o bromas como: así te gustó, antes abriste las piernas, o claro, haremos a todas la episiotomía de castigo.
Dicha investigación se basó en más de doscientos testimonios de mujeres, observaciones en salas de parto, entrevistas y grupos focales con médicos y el análisis de las recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, relacionadas con estos casos.
En Colombia, la Secretaría Distrital de la Mujer, publicó hace unos algunos meses, las denuncias interpuestas en la Personería, por mujeres que estando próximas a tener su bebé, los médicos las regañaban cuando gritaban de dolor, diciéndoles que si antes disfrutaron del sexo, ahora les tocaba aguantarse. Aunque este maltrato no está tipificado como delito, a diferencia de México, el galeno se rige por un código de ética profesional y está obligado a responder ante las autoridades civiles, disciplinarias y penales.
El maltrato médico es producto de un hábito médico autoritario, producto de la jerarquía en que se ubica al médico sobre su paciente, especialmente si esta es una mujer; esa relación de poder pone al médico en la posibilidad de incurrir en violaciones graves de los derechos sexuales y reproductivos de sus pacientes. Por fortuna, son una minoría de galenos los que incurren en este abuso.
Tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2014/01/23/sociedad/035n1soc
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