martes, 17 de junio de 2014

Padres plenos y no por raticos

Convertirse en papá genera muchas reacciones emocionales porque marca el ciclo vital de un hombre. Algunos autores definen la paternidad como una crisis o transición que modifica el proyecto de vida, el bienestar físico y sicológico y la madurez emocional.


Por supuesto, todo depende del deseo que tiene un hombre de ser o no padre, de la calidad del vínculo que tenga con su pareja y de la etapa vital que atraviesa en ese momento; no es igual la respuesta de un adolescente que depende económicamente de sus padres, a la de un adulto que trabaja y tiene proyectadas unas expectativas con su pareja.
 El rol del padre de los tiempos modernos ha pasado de ser el hombre que imparte disciplina y lleva la comida a la casa, a ser un proveedor total de afecto, crianza y de sustento. Es decir, un papá que asume plenamente sus funciones paternales y no “de lejitos” o por raticos. Ese cuento de que los padres deben “colaborarle” a las mamás, está replanteado hace rato y en desuso.

Los hijos e hijas necesitan papás entregados en su totalidad:

•         que tengan a cargo su sustento diario, incluyendo la educación
•         que les guíen en las tareas escolares o los lleven al médico
•         que les cambien los pañales o los alimenten
•         que jueguen y les lean cuentos
•         que los aconseje en el andar de la vida sin dar la imagen de ogros amenazantes
•         que les hable de sexo a sus hijas así no entienda “las cosas de mujeres”
•         que sus hijos puedan contar con ellos “pa las que sea”

¿Papá por raticos? Ese puede ser cualquiera, porque es muy cómodo delegar en la madre o en otras personas  la obligación de atender a los hijos. Un tío, el abuelo u otro adulto, pueden jugar a ser papás por breves tiempos. Pero el padre pleno es ese que se desvela, que llora, que ama infinitamente a sus hijos así hayan crecido y se hayan ido del hogar.

 ¡Feliz día a todos los padres que entregan la vida por sus hijos!

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