miércoles, 29 de enero de 2014

El maltrato médico a las mujeres

Si bien la mayoría de médicos no se atreven a preguntarles en la consulta a sus pacientes sobre su vida sexual, por vergüenza o miedo a ofenderlas, otros más caen en el maltrato, especialmente en el área de ginecoobstetricia.

No resulta extraño y hasta risible que un médico o enfermera se dirijan a las pacientes en trabajo de parto, con frases insultantes o descalificativas en cuanto a su sexualidad. “Quién te manda a parir” o “aguántate que tú te lo buscaste” son ejemplos de expresiones escuchadas en las salas de parto.

Esta situación de violencia contra la mujer acaba de ser confirmada por una investigación del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México, y galardonada con el Séptimo Premio Iberoamericano en Ciencias Sociales.

En el trabajo se identifican los regaños, humillaciones, alusiones a la vida sexual, amenzas, colocación del dispositivo intrauterino sin consentimiento y otras formas de abuso, que  los médicos y médicas les brindan a las pacientes en labor de parto, con frases o bromas como: así te gustó, antes abriste las piernas, o claro, haremos a todas la episiotomía de castigo.

Dicha investigación se basó en más de doscientos testimonios de mujeres, observaciones en salas de parto, entrevistas y grupos focales con médicos y el análisis de las recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, relacionadas con estos casos.

En Colombia, la Secretaría Distrital de la Mujer, publicó hace unos algunos meses, las denuncias interpuestas en la Personería, por mujeres que estando próximas a tener su bebé, los médicos las regañaban cuando gritaban de dolor, diciéndoles que si antes disfrutaron del sexo, ahora les tocaba aguantarse. Aunque este maltrato no está tipificado como delito, a diferencia de México, el galeno se rige por un código de ética profesional y está obligado a responder ante las autoridades civiles, disciplinarias y penales.

El maltrato médico es producto de un hábito médico autoritario, producto de la jerarquía en que se ubica al médico sobre su paciente, especialmente si esta es una mujer; esa relación de poder pone al médico en la posibilidad de incurrir en violaciones graves de los derechos sexuales y reproductivos de sus pacientes. Por fortuna, son una minoría de galenos los que incurren en este abuso.

Tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2014/01/23/sociedad/035n1soc

lunes, 20 de enero de 2014

La educación sexual en adolescentes está en remojo


Cuando las noticias nos informan que un grupo de menores de edad subió un video en Facebook, grabado por uno de ellos, mientras violaban a una mujer aparentemente inconsciente, como integrantes de una sociedad nos deberíamos estremecer.

Sin embargo, escandalizarse por lo bajo que el mundo ha caído, no debería ser suficiente. Parece que ante casos denigrantes como lo es un abuso sexual, pensamos que “los demás” son los que tienen los antivalores y esos otros deberían asumir las culpas. Casi nunca, o nunca, miramos hacia nuestras familias. Asumimos que todo va muy bien.

Sería conveniente aprovechar las noticias diarias sobre los millones de niñas y mujeres que son violentadas, para revisar a fondo la educación que les estamos dando a nuestros niños y jóvenes. Lamentablemente, muchos padres de familia le siguen delegando la formación sexual de sus hijos e hijas a los docentes, ya sea porque no tienen tiempo o porque no saben cómo hablar de sexo. Al menos, eso es lo que con frecuencia argumentan.

Otros papás, apoyados por instituciones gubernamentales y religiosas, se oponen a que los colegios impartan educación sexual en las aulas, con el pretexto de que son inmorales e incitarían al sexo temprano; ¡grave error que cometen!

Triste conclusión: ni en las casas, ni en los colegios se está educando sexualmente a los menores. Los estamos dejando a la deriva, en una época en que la saturación de sexo y violencia ha llegado a límites de degradación, enviando el mensaje de que la vida sexual debe estar marcada por la irresponsabilidad, la carencia total de afecto y la falta de respeto por uno mismo y por el otro.

¿Nos cabe algo de responsabilidad en el comportamiento sexual de los jóvenes? Claro que sí, ya sea por defecto o por exceso. Bien sea porque los menores reproducen el comportamiento violento de los hombres de la casa, el machismo que transmiten las madres o la indiferencia de una sociedad que ve a sus mujeres golpeadas, explotadas, violadas o asesinadas sin otro gesto de solidaridad que el decir: “pobrecita, ella se lo buscó”.

O bien, porque les decimos a los chicos que “no la embarren con un embarazo” sin explicarles cómo se usa un condón, les prohibimos a las jovencitas tener novio obligándolas a esconderse, o delegamos en nuestra pareja la educación sexual, haciéndole el quite a nuestra obligación como padre o madre.

viernes, 3 de enero de 2014

La resistencia a pensar diferente

Después de conocer los resultados del último estudio de la Secretaría de Planeación de Bogotá que revela que el 45 por ciento de las personas creen que los LGBTI son un riesgo para la sociedad, nos preguntamos qué ocurre cuando una sociedad que se dice moderna, sigue aferrada a prejuicios dañinos a pesar de los avances científicos que hay sobre la homosexualidad.

Las personas que contestaron dicha encuesta consideran un riesgo la existencia de los LGBTI porque van contra la moral y las costumbres, la idea de Dios y de familia. Lo contradictorio de esto, es que la mitad de los encuestados, nunca han conocido ni interactuado con un miembro de
la comunidad LGBTI. ¿Cómo se explica esto?

Los medios de comunicación replican todos los días que la homosexualidad dejó de ser una enfermedad desde hace muchos años, y que por lo tanto, no es contagiosa ni anormal. Sin embargo, muchas personas, incluso personajes de alto rango intelectual, continúan afirmando todo lo contrario; ¿es tan difícil cambiar de creencia o pensamiento?

Los sicólogos han tratado de exponer las razones que llevan a las personas a resistirse a nuevos pensamientos o creencias. Recordemos cómo ha sido la lucha en la historia de la humanidad para aceptar que los indígenas, los gitanos y negros, son iguales a los blancos. O que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres. O que los pobres deben ejercer iguales derechos civiles que los adinerados.

Dijo sabiamente el poeta español Antonio Machado: “Es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo lo que no les cabe en la cabeza”. ¿Es posible que el rechazo a los homosexuales y trans sea sólo obstinación?

Los estudios que analizan la resistencia al cambio, ofrecen varias explicaciones, entre ellas, aquella que afirma que uno se siente más cómodo identificándose con lo que ya está aceptado por todo el mundo; es decir, si todos piensan que los gays son unos depravados, entonces yo pienso y me identifico con la mayoría, y así no pierdo mi zona de confort.

Las creencias religiosas y morales también originan fuertes resistencias a la aceptación de la homosexualidad, a veces por convicción propia y, otras por un seguimiento fiel al líder que cuestiona y condena a los LGBTI, a pesar de la compasión y bondad que pregonan en sus prédicas.

Dice un escrito anónimo: Quien rechace, condene o agreda a los LGBTI es un iluso, un mentiroso, un ignorante o quizás sus miedos lo hacen pensar o actuar así. ¿Qué opinas de esto?