Colombia no quiere quedarse atrás en el reconocimiento de los derechos de los homosexuales y, pese a duras y prolongadas batallas jurídicas, se suma a los países que no quieren seguir discriminando a las personas por su color, género, etnia u orientación sexual.
La Corte Constitucional acaba de aprobar la adopción a una pareja de lesbianas, lo que constituye un verdadero hit en el ámbito de los derechos iguales para todos y todas. Se sigue abriendo la puerta de la igualdad a todas las personas que se exponen a discriminaciones o estigmatizaciones si piensan, sienten o actúan diferente.
Muchos grupos religiosos o sociales se oponen a la posibilidad de que una pareja homosexual pueda criar y educar a un niño o niña, cuando se ha demostrado por parte de serias investigaciones médicas y sicológicas, que la orientación sexual de los padres no influye en el sano desarrollo infantil. Muchas familias en las que solo está presente el papá o la mamá, dan hijos sanos y equilibrados; prueba de ello son los miles de hogares monoparentales que existen en Colombia.
Las razones que exponen aquellos que argumentan que una familia “normal y completa” está constituida por papá y mamá, desconocen las altas cifras de violencia intrafamiliar que se dan precisamente en hogares “normales y completos”. El equilibrio mental y los valores familiares dependen de uno o dos adultos, sean heterosexuales u homosexuales, que asumen con responsabilidad, amor y compromiso la conformación de una familia.
Oponerse a la igualdad de derechos de las personas LGBTI es reforzar la intolerancia hacia lo diferente; y la diferencia precisamente forma parte de las tonalidades diversas que tiene la humanidad. Reconocer esa diversidad es abrir posibilidades a una sociedad incluyente en la que todos y todas sean reconocidos y respetados.